El Automóvil Club de Chile y el Automóvil Club Peruano mantenían estrechos lazos de amistad gracias a la buena relación entre sus autoridades y volantes. Presidía el organismo peruano el conocido piloto Eduardo “Chachi” Dibós, y su homónimo chileno tenía como cabeza a don Tomás Eduardo Rodríguez, mientras que su Comisión Deportiva la presidía el piloto que a la sazón ostentaba el título de campeón chileno: Eugenio Velasco Letelier. Por su parte, la Asociación de Volantes de Chile era liderada por el joven corredor Luis Hernán Videla. Reunidos todos en el céntrico Hotel Carrera de Santiago en Octubre de 1958, ocasión en que el máximo artífice de la idea – “Chachi” Dibós – visitó Chile con sus colaboradores peruanos, acordaron las bases para realizar una gran competencia automovilística de confraternidad que uniera las capitales de ambos países, con un recorrido total de 3.456,6 kilómetros. Participaría en este denominado Gran Premio del Pacífico lo más granado de los pilotos de ambos países, y comprometen su colaboración activa en la logística de esta magna gesta deportiva los ejércitos y las policías uniformadas de las dos naciones hermanas.

La partida de esta gran aventura se daría en Santiago, y queda confirmada para el día domingo 23 de Noviembre de 1958. El Gran Premio, más conocido como la carrera Santiago-Lima, se correría en cinco etapas: Santiago-La Serena (474,3 Kms.), La Serena-Antofagasta (918,3 Kms.), Antofagasta-Arica (753 Kms.), Tacna-Ica (1.025 Kms.), y finalmente Ica-Lima (286 Kms.).

El equipo del campeón peruano Arnaldo Alvarado y su hijo Luis, presentes con dos autos en la gran carrera.

Los volantes peruanos embarcan sus coches en el puerto del Callao con destino a Valparaíso, mientras ellos viajan en avión de Lima al aeropuerto de Los Cerrillos. Sin embargo, llegan tristes a la capital chilena, pues en los días previos, mientras prueban sus bólidos para la gran carrera, un fatal accidente les cuesta la vida a los pilotos Lorgio Cáceda y Segundo Vigo. Lamentable prólogo para esta epopeya deportiva. En homenaje a ellos, se decide en la ceremonia de sorteo de la partida que ningún auto llevará el número 1, el que queda reservado para estos mártires del automovilismo peruano, a quienes se les dará simbólicamente la largada en el primer lugar.

Luego del sorteo de rigor, el orden de partida de los pilotos participantes queda definido así:
2.- Luis Jochamowitz, Perú, Nash.
3.- Raúl Jaras, Chile, Chevrolet.
4.- Hugo Salas, Perú, Studebaker.
5.- Luis Sarmiento, Perú, Ford.
6.- Arnaldo Alvarado, Perú, Ford.
7.- Otto Zoeger, Perú, Ford.
8.- Oscar Cremer, Chile, Ford.
9.- Federico Block, Perú, Ford.
10.- Bartolomé Ortiz, Chile, Ford.
11.- Eugenio Velasco, Chile, Chevrolet.
12.- Rafael Seminario, Perú, Ford.
13.- Nemesio Ravera, Chile, Ford.
14.- Mario Queirolo, Chile, Chevrolet
15.- Carlos Niemeyer, Chile, Ford.
16.- Alfonso Herrera, Chile, Ford.
17.- Raúl García, Chile, Ford.
18.- Max Higueras, Perú, Ford.
19.- Manuel Oliva, Perú, Ford.
20.- Luis Hernán Videla, Chile, Ford.
21.- Ignacio Romero, Chile, Ford.
22.- Hernán Muñoz, Perú, Ford.
23.- Luis Alvarado, Perú, Ford.
24.- Mario Ramírez, Chile, Ford.
25.- Orlando Medina, Chile, Chevrolet.
26.- Sergio Neder, Chile, Ford.
27.- Eduardo Martínez, Perú, Edsel.
28.- Felipe Neder, Chile, Mercury.
29.- Humberto Requena, Perú, Chevrolet.
30.- Alberto Fouillioux, Ford.
31.- Pedro Comas, Chile, Ford.
32.- Eduardo Alarcón, Chile, Chevrolet.
33.- Carlos Dubois, Perú, Ford.
34.- Guillermo Picone, Perú, Ford.
35.- Fernando Gazani, Perú, Ford.
36.- Fernando Pardo, Perú, Ford.
37.- Renato Tueschaens, Chile, Ford.
38.- José Dolores Moreno, Chile, Ford.
39.- Joaquín Salas, Chile, Ford.
40.- Armando Romanini, Chile, Ford.
41.- Oscar Rosas, Chile, Ford.
42.- Manuel Podestá, Chile, Mercury.
43.- Augusto Montalva Quindos, Chile, Chevrolet.

La multitudinaria partida se dio en la Carretera Panamericana norte con Avenida Santa María (frente al servicentro COPEC, auspiciador de la prueba), y los coches fueron saliendo según el sorteo, de a dos en fondo. Desde la bajada de la bandera cuadriculada tomó el liderato Raúl “Papín” Jaras quien le imprimió a su Chevrolet una velocidad impresionante, dejando atrás al piloto peruano Jochamowitz quien en su coche Nash había largado a su lado. El ritmo de Jaras era tan avasallador que hasta Llay-Llay lograba un formidable promedio de 187 KPH.

Los dos primeros en largar, el N° 2 de Luis Jochamowitz y el N°3 de Raúl “Papín” Jaras.

Por otra parte, uno de los créditos nacionales, el campeón del año anterior Eugenio Velasco, era víctima de su ímpetu y excesiva velocidad, ya que fundía el motor de su Chevrolet a la cuadra de Rungue, despidiéndose de la gran carrera y quedando amargado a la vera del camino. Otro de los candidatos chilenos, Nemesio Ravera, en un vertiginoso avance ubicaba su coupé Ford en el segundo lugar en la ruta. El cuarto favorito de nuestros más avezados pilotos, Bartolomé Ortiz, sufría desperfectos menores en la primera parte de la etapa, pero una vez que conseguía solucionarlos, retomaba un fuerte ritmo y adelantaba a muchos de sus competidores.

En la partida, el Ford de Bartolomé Ortiz y el Chevrolet de Eugenio Velasco.

Entre los mejores ases peruanos también se producían bajas y retrasos. El famoso piloto Arnaldo Alvarado (penta campeón del Perú en los años 50-51-53-55 y 56) veía impotente cómo reventaba el motor de su Ford y quedaba tirado a la orilla del camino. Su hijo Luis, quien venía más atrás, se detuvo a auxiliarlo, y luego de un rápido diagnóstico toman una decisión valiente y difícil: cambiar el motor de un auto al otro. La titánica operación mecánica se efectúa “a pulso” y tarda casi dos horas, pero lo logran. Esto le permitiría al campeón peruano llegar a la meta en La Serena castigado con una hora y media de retraso sobre el tiempo máximo; pero con ello puede seguir en carrera, lo que sería trascendente para lo que venía más adelante.

Otro corredor peruano, Eduardo Martínez, a bordo de un potente coche Edsel, que mucho prometía, sufrió un grave accidente al llegar a Los Vilos, ya que al tomar una curva a gran velocidad termina chocando con la baranda de un puente, destruyendo su auto y concluyendo allí su participación. Las deserciones aumentan a medida que sigue el transcurso de la etapa, y así van quedando otros chilenos en el camino, Mario Queirolo, José Dolores Moreno, Raúl García y Armando Romanini.

El grupo de punta continúa a gran velocidad con Jaras y Ravera de líderes, y todo hace pensar que batirán el récord de Bartolomé Ortiz entre Santiago y La Serena, que era de 3 horas dos minutos y 45 segundos. Sin embargo, una densa neblina cubre la ruta y se ven forzados a bajar el ritmo ante la poca visibilidad. Como si esto no fuese suficiente problema, empiezan los inconvenientes entre los punteros, todo lo cual permitiría que el récord de Ortiz quedara incólume. “Papín” Jaras sufre no una sino dos pinchaduras de neumáticos, lo que lo retrasa mucho. A Nemesio Ravera, por su parte, se le cortan los pernos de anclaje de su asiento y debe seguir manejando en peligrosas condiciones, con su copiloto sujetándole su butaca. Por si fuera poco, se le rompe la chapa de su puerta y ésta se abre, de modo que debe seguir conduciendo con una mano en el volante y con la otra afirmándola.

Dos competidores disputando un lugar en el camino rumbo a La Serena.

Surge entonces un promisorio piloto nortino que venía haciendo un excelente promedio y corriendo con mucho cerebro, a sabiendas que esta etapa era apenas el comienzo. Sergio Neder, joven volante de 25 años oriundo de Vicuña (quien se conocía el camino a La Serena como la palma de su mano), logra alcanzar y superar al grupo de avanzada, pese a la neblina y, más tarde, a una persistente llovizna que se deja caer a medida que se aproximan al término de la primera etapa. Poco más atrás, Bartolomé Ortiz recupera terreno y lo siguen en gran desempeño los chilenos Alfonso Herrera y Luis Hernán Videla, todos conduciendo automóviles Ford. Los mejores peruanos en la ruta integran también ese grupo, y son Max Higueras y Luis Sarmiento.

La ruta el norte con espectadores en todas partes siguiendo el Gran Premio.

Con camanchaca y en un día gris recibe La Serena a los aventureros, pero con mucho entusiasmo de los miles de espectadores apostados a lo largo de la meta, quienes tienen la satisfacción de ver a un chileno en ser el primero al que se la baja la bandera cuadriculada. Es el joven Sergio Neder en su Ford, quien bajo una ovación detiene los cronómetros cuando se cumplían 3 horas 8 minutos y 20 segundos desde la partida en Santiago. Siete minutos más tarde llega Raúl Jaras escoltado por Bartolomé Ortiz. Más atrás, arriban los Ford de Alfonso Herrera y Nemesio Ravera. Los primeros peruanos en cruzar la meta son Max Higueras y Luis Sarmiento, en los lugares 7° y 8°, y luego llegarían paulatinamente todos los restantes competidores, concluyendo así la primera etapa del Gran Premio. Hasta aquí la gran aventura era un éxito para los corredores chilenos que copaban los seis primeros lugares. Sin embargo, era recién el comienzo de la carrera y las cosas cambiarían más adelante, a partir de la largada al día siguiente, a las 6 de la mañana.

El Ford de Nemesio Ravera cruzando raudo un puente rumbo al norte.

En efecto, la agotadora segunda etapa entre La Serena y Antofagasta, de más de 900 kilómetros, sería muy negativa para los chilenos cuyos autos sufrieron diversos problemas mecánicos, mientras los peruanos experimentaban una notoria superación. Así, los que marchaban en el grupo de punta tuvieron todos inconvenientes que los retrasaron, Jaras, Neder, Videla, Ravera y Ortíz. Mientras que los pilotos extranjeros pasaban a comandar el lote en los polvorientos caminos, y a veces huellas, del desierto nortino.

En las primeras horas todo era optimismo para los nacionales, ya que Bartolomé Ortiz se hacía de la punta a un ritmo difícil de seguir, cruzando por Copiapó como líder y a gran velocidad. Sin embargo, poco más al norte quedaría tirado a la orilla de la ruta con el cigüeñal cortado. Papín Jaras tenía problemas con la transmisión que lo hacían perder tiempo a la salida de Copiapó, y Neder también tenía avatares con el motor de su Ford, ya que rompió la bomba de aceite a la altura de Inca de Oro. Ravera y Videla al menos tenían un andar continuado y mantenían un promedio que les permitía mantenerse en el grupo a la expectativa. Uno de los accidentes más espectaculares ocurrió al paso de los competidores por esa misma localidad de Inca de Oro, donde volcó aparatosamente el Studebaker del peruano Hugo Salas, resultando milagrosamente ilesos él y su copiloto.

El veloz Ford del peruano Max Higueras.
Rafael Seminario, uno de los grandes animadores.

Pero los autos de los demás créditos peruanos andaban fuerte y sin fallas, por lo que formaron un grupo de avanzada y entre ellos se peleaban los primeros lugares en el camino, alternándose como líderes Higueras, Alvarado y Sarmiento, a los que se sumaba el joven Fernando Pardo en un sorprendentemente veloz Ford.

La performance del campeó peruano Arnaldo Alvarado era simplemente descollante, puesto que de La Serena había partido en el último lugar tras su penalización por el atraso provocado por el cambio de motor en le primera etapa, de manera que superó en el camino a casi todos los competidores, lo que habla de la velocidad de su coche y de la calidad de sus experimentadas muñecas.

Raúl “Papín” Jaras en su Chevrolet superando rápidamente una cuesta de tierra.

Playa Blanca, lugar donde estaba emplazada la meta al sur de la zona urbana de Antofagasta, pasadas las dos de la tarde era un hervidero de gente abarrotada tras los cordones policiales por más de un kilómetro de distancia. A medida que se anunciaba que se acercaba el primer auto la expectación subía, al igual que la temperatura ambiente. Por fin estalló el clásico grito ¡coche a la vista! cuando la polvareda en el horizonte indicaba que se aproximaba el puntero. Era el Ford Nº 18 del peruano Max Higueras, quien cruzó la meta ante el júbilo de la gente. Luego llegarían sus compatriotas Fernando Pardo, Luis Sarmiento y Arnaldo Alvarado. El gran recibimiento popular para el primer chileno lo recibió Papín Jaras al ser el 5º coche en recibir la bandera a cuadros. Tras suyo llegaría el afamado peruano Federico “Piti” Block, y luego lo seguirían Rafael Seminario, Luis Hernán Videla, Nemesio Ravera, Luis Jochamowitz, Augusto Montalva y Orlando Medina.

Los cronometradores no tardarían en dar los cómputos oficiales que evidenciaban el gran repunte de los peruanos en el tramo: los cuatro primeros eran de esa nacionalidad, siendo el ganador de la etapa Fernando Pardo, con un tiempo oficial de 8 horas 24 minutos y 53 segundos entre La Serena y Antofagasta, a un promedio de 109,130 KPH. Segundo Alvarado, tercero Higueras y cuarto Sarmiento. Sin embargo, lo más importante era la clasificación general de la carrera sumadas las dos etapas, desde Santiago a Antofagasta: 1º Max Higueras (Perú), 2º Raúl Jaras (Chile), 3º Luis Sarmiento (Perú), 4º Fernando Pardo (Perú), 5º Rafael Seminario (Perú), 6º Luis Hernán Videla (Chile), 7º Nemesio Ravera (Chile), 8º Federico Block (Perú), 9º Sergio Neder (Chile) y 10º Pedro Comas (Chile).

Papín Jaras y Tomás Lí en el control de largada en Antofagasta.
Los Alvarado, padre e hijo, trabajando en el motor del auto sobreviviente.

El día siguiente fue de descanso en la ciudad de Antofagasta, pudiendo los coches ser reparados y reacondicionados luego de la extenuante segunda etapa. Momentos de nerviosismo se vivieron cuando los mecánicos de Papín Jaras (el mejor chileno hasta ese instante) reparaban su motor y se percataron que el piñón de ataque tenía un diente quebrado, por lo que se organizó una verdadera campaña solidaria para conseguir el repuesto, lo que se logró a tiempo para que el Chevrolet estuviera en condiciones de largar al día siguiente. Al anochecer, el Automóvil Club de Chile, sede Antofagasta, ofreció una recepción y cena en honor de los participantes; fiesta que sirvió para evidenciar la gran camaradería entre chilenos y peruanos. El popular Federico “Piti” Block, en particular, quiso testimoniar ante los medios de prensa la valiosa y pronta ayuda que recibió de diversos espectadores, ya que debió detenerse en varias oportunidades a lo largo de la ruta a echar agua a su deteriorado radiador.

Sergio Neder y su Ford en la largada en la ciudad de Antofagasta
Sergio Neder, se dirige controlar su tiempo en la meta.

Al amanecer, a las 6 a.m., desde El Salar del Carmen (al norte de la ciudad) partieron los temerarios pilotos en demanda de Arica. Lo hicieron en el mismo orden en que habían arribado a Antofagasta, primero Max Higueras, un minuto después Fernando Pardo, y así sucesivamente. A pesar de lo mucho que faltaba hasta la meta limeña, las largas rectas hasta Pedro de Valdivia tentaron a los volantes a imprimirles a sus coches altas velocidades, y no a “guardar máquina” como se había especulado. En ese tramo se elevaron los promedios y la alegría nacional fue grande cuando las radios anunciaron que el coche más rápido hasta esa oficina salitrera era el Ford de Sergio Neder, a una velocidad media de 172,082 KPH. Punteando en la ruta seguía Max Higueras, seguido de sus compatriotas Pardo y Sarmiento.

Entre Pedro de Valdivia y María Elena se mantuvo el ritmo de carrera, pero las zonas de curvas que los esperaban más adelante hizo que las velocidades fueran bajando. No obstante, allí la pericia de Papín Jaras se mostró en toda su dimensión, ya que logró sobrepasar y dejar atrás a los peruanos Pardo, Sarmiento y Alvarado, colocándose en el segundo lugar en el camino, tras Higueras. Por su parte, Nemesio Ravera, quien cumplía un buen cometido, experimentaría un serio accidente al volcarse violentamente cerca de la localidad de María Elena, dándose tres vueltas, y quedando su auto en lamentable estado, lo que le impediría continuar. Por fortuna, tanto Ravera como su copiloto resultaron sin lesiones, salvo las magulladuras de rigor.

El excelente piloto peruano Luis Sarmiento de sobresaliente desempeño.

Peor suerte correría al poco rato el peruano Guillermo Picone, quien al volcar en una curva cerca de Candelaria quedó con heridas y varias costillas fracturadas que obligaron a su hospitalización, al igual que su acompañante. Arnaldo Alvarado sufriría luego un percance al equivocar la ruta, pues cuando se dio cuenta de su error trató de volver velozmente al camino oficial, perdiendo el control y chocando con una pirca, fortuitamente sin mayores consecuencias, de manera que con la ayuda de los espectadores pudo poner su Ford nuevamente en carrera y seguir adelante, solo con el retraso consiguiente.

Por Pozo Almonte, a casi 470 kms de Antogafasta, había cambios en las ubicaciones: pasó primero el líder Higueras, pero tras él iban Seminario seguido de Luis Hernán Videla y Alvarado, ambos en gran remontada. Luego pasaron Sergio Neder, Jaras y Sarmiento. Papín había tenido problemas, los que lo acompañarían más adelante, ya que tuvo que detenerse a reparar en Humberstone y después en Huara, pero seguiría en carrera. La gran sorpresa vendría cuando el Ford del puntero, Max Higueras, cortaba una biela y fundía su motor, quedando botado a la vera del camino cerca de esa misma oficina salitrera. Los miles de fanáticos tuercas, tanto de Chile como de Perú, seguían atentos los pormenores de la gran carrera a través de las transmisiones radiales, con sus oídos pegados a los receptores.

Raúl Jaras, luego de sufrir diversas panas, llega finalmente a Arica.

La próxima referencia de los locutores sería el control policial de Zapiga, desde donde se informaba que el primer coche en pasar por allí era el de Arnaldo Alvarado, quien se había apoderado del liderato. Luego, para felicidad de sus compatriotas, pasaba el Ford de Sergio Neder, a solo dos minutos de diferencia. Pronto cruzarían por esa localidad los autos de Seminario, Videla, Sarmiento, Jaras, Jochamowitz y el ariqueño Augusto Montalva Quindos, dando una grata sorpresa.

Al mediodía la expectación en la meta de la ciudad de Arica crecía entre los miles de espectadores allí reunidos en espera de sus ídolos. Eran exactamente las 12 con 33 minutos cuando surgió rauda la primera máquina aproximándose a gran velocidad. Era el campeón peruano Alvarado quien fue el primero en cruzar y recibir el banderazo con la cuadriculada. El numeroso público estaba ansioso y sacaba cálculos con el tiempo en que tardaría en llegar el primer chileno, de manera que estalló de júbilo cuando apareció el Ford de Sergio Neder poniendo un tiempo excelente de 6 horas 30 minutos y 48 segundos para la etapa Antofagasta–Arica. Tercero arribó Luis Sarmiento, 4° Rafael Seminario, 5° Raúl Jaras, 6° Luis Jochamowitz, 7° Ignacio “Rasquido” Romero, 8° Luis Hernán Videla, 9° A. Montalva Quindos y 10° Orlando Medina.

Rafael Seminario entrando a la meta en la ciudad de Arica.

Al poco rato los controles entregarían la planilla con los cinco primeros de la clasificación general del Gran Premio, terminadas las tres etapas en territorio chileno, desde Santiago a Arica:
1° Luis Sarmiento (Perú) 19h 32m 56s
2° Raúl Jaras (Chile) 19h 39m 20s
3° Sergio Neder (Chile) 20h 24m 44s
4° Rafael Seminario (Perú) 20h 25m 56s
5° L. Hernán Videla (Chile) 21h 12m 47s

Los competidores rezagados fueron llegando durante toda la tarde a Arica, incluso algunos ya de noche, justo a tiempo para dirigirse neutralizados hasta la ciudad de Tacna en Perú, lugar donde partiría la próxima etapa de la interminable carrera, al día siguiente. Así, a tiempo logró reengancharse Max Higueras luego de reparar su averiado motor. Menos afortunado fue su compatriota “Piti” Block quien no pudo subsanar los problemas mecánicos y tuvo que desertar. Su abandono sería de gran relevancia para Sergio Neder, ya que Block, un gran caballero, le cedió a su copiloto Tomás Alzamora, uno de los hombres más conocedores de los caminos peruanos, con lo que el chileno se aseguraba un navegante de lujo, cuya experiencia sería finalmente decisiva para el desenlace de la carrera.

La cuarta etapa, Tacna-Ica, era la más extenuante del Gran Premio del Pacífico, con un recorrido de 1.025 kms. A las 6 de la mañana se dio la largada a los coches en la salida norte de Tacna, y esta vez el Automóvil Club Peruano impuso su sistema de que todos partieran juntos, en pelotón, de a tres en fondo, a diferencia de las largadas en territorio chileno. Esto provocó una verdadera estampida tras la bajada de la bandera cuadriculada, ya que todos aceleraron a fondo intentando dejar atrás al grupo y haciendo lo posible por arrancarse del resto. Destacaron por ser los más rápidos los autos de Jaras e Higueras, quienes a gran velocidad dejaron atrás a sus competidores. Sin embargo, esa excesiva marcha a fondo en busca de escaparse les pasaría la cuenta a ambos, puesto que los motores de sus coches no aguantarían y quedarían botados a la orilla del camino antes de cumplirse los primeros 150 kilómetros de carrera. En las proximidades de Chucarapi, el flamante motor Impala ’58 que Papín había montado para esta prueba en su viejo coupé Chevrolet empezó a recalentarse y Jaras debió detenerse. Su copiloto y preparador, el famoso Chino Lí, se bajó presto a ver qué sucedía, con la mala suerte que al no sacarse el casco no escuchaba bien, por lo que al acelerar el motor lo pasó de revoluciones y pinchó un pistón. Desastroso desenlace para quien lideraba la etapa hasta ese momento.

Luis Hernán Videla Pacheco e Ignacio “Rasquido” Romero.

Un rato después, desde la localidad de Montalvo la radio informaba que habían pasado los dos primeros coches en la ruta, el Ford de Rafael Seminario, con el auto de Sergio Neder pegado a la rueda trasera, ante la expectación del pueblo. Luego pasaron Videla, Sarmiento y Alvarado. Este último venía superando rivales a un gran ritmo, por lo que ya al aproximarse la carrera a Camaná, a 492 kms de la partida, los parlantes anunciaban el paso de los autos por ese lugar, comandados ahora por Alvarado, el experimentado y veloz campeón peruano. El resto del grupo de avanzada se mantenía en el mismo orden, Neder luchando mano a mano con Seminario por el segundo lugar en el camino, y tras ellos Sarmiento en duelo con Luis Hernán Videla.

Por las localidades de Chala y Nazca, ya a más de 700 kilómetros de la largada, los competidores mantenían esas mismas ubicaciones. Y así llegarían finalmente a cruzar la meta en Ica, al término de la agotadora jornada. El brillante ganador de la cuarta etapa, Arnaldo Alvarado, recorrió los 1.025 kilómetros en 8 horas 21 minutos y 58 segundos, a un promedio de 122.601 KPH.

El peruano Seminario por su parte, en el segundo lugar, puso un tiempo de 8h 39m 56s; y solo 10 segundos más tarde arribó Neder, quien se mantuvo durante los más de mil kilómetros con el coche de Seminario siempre a su vista, a corta distancia. Una muy inteligente performance del chileno, ya que sabía que Alvarado no era su rival, sino que Seminario pues ambos disputaban los primeros lugares en la clasificación general, de manera que teniéndolo bajo control visual se aseguraba que no le hiciera diferencias de tiempo, obligaba al peruano a hacer el gasto, y así él se guardaba máquina para dar el zarpazo en la última etapa. El otro peruano con quien peleaba la punta, Luis Sarmiento, venía detrás de él, de manera que mientras no lo divisara en sus espejos todo parecería estar bajo control. Pasaron cerca de 25 minutos después de arribados los tres punteros cuando surgió el bólido de Sarmiento en cuarto lugar, y al poco tiempo llegó Luis Hernán Videla. Más tarde llegaría el Nash del peruano Jochamowitz , y luego los chilenos Ignacio Romero, en Ford, Orlando Medina, en Chevrolet, y Manuel Podestá, en Mercury. Y así, poco a poco, los demás participantes, incluso hasta el anochecer, irían apareciendo los más rezagados. Raúl “Papín” Jaras fue uno de ellos, quien con su motor en precarias condiciones logró arribar lentamente, con la esperanza de poder cambiar la planta motriz en Ica, durante el día de receso.

Al término oficial de la maratónica etapa, las autoridades de la competencia informaron que en Nazca había volcado el Chevrolet del piloto Humberto Requena, sin que los tripulantes sufrieran lesiones de consideración. También que había abandonado definitivamente, al no llegar a Ica, el Ford Nº 35 del volante Fernando Gazzani. El sábado de descanso, antes de enfrentar la veloz y corta última etapa, permitió hacer un balance y las reparaciones necesarias para estar en condiciones de soportar la arremetida final hasta Lima. Algunas muestras ilustrativas del balance oficial de la Comisión Deportiva de la prueba quedaron en su bitácora: “Rafael Seminario, rotura de los frenos, fallas en el sistema de encendido y filtraciones de aceite; Sergio Neder, rotura de frenos y dos amortiguadores; Luis Sarmiento, rotura de tres amortiguadores; piloto y copiloto con calambres en las piernas; Luis Hernán Videla, llegó a Ica sin haberse detenido y dando muestras de gran cansancio; trabajó toda la noche cambiando el motor; Luis Jochamowitz, rotura de caja de cambios…”

La clasificación general oficial del Gran Premio del Pacífico era hasta Ica: 1º Luis Sarmiento, 2º Sergio Neder, 3º Rafael Seminario, 4º Luis Hernán Videla y 5º Arnaldo Alvarado. La diferencia entre Neder y Seminario era apenas de un minuto cumplidas cuatro de las cinco etapas de la interminable competencia, y el puntero, Sarmiento, los aventajaba por casi media hora, diferencia que aparecía como inalcanzable, y que había logrado sumando excelentes tiempos en las primeras tres etapas.

Arnaldo Alvarado cruzando la meta en Ica, adjudicándose la cuarta etapa.

El domingo 30 de noviembre de 1958 pasaría a la historia al disputarse la quinta y última etapa de tan solo 286 kilómetros, por un trazado caminero rápido que permitiría altas velocidades para el desenlace del Gran Premio. En el punto de largada se alinearon esa mañana de a dos en fondo los 16 sobrevivientes de la agotadora maratón mecánica (de los 43 que iniciaron la travesía en Santiago). Varios de ellos como los chilenos Jaras y Videla, y el peruano Hugo Salas, lucían motores nuevos recién instalados en sus cansadas y aporreadas máquinas. Todos sonreían y bromeaban asegurando que serían los primeros en llegar a la capital del Perú. Esta vez la largada no se dio en pelotón, sino que en parejas, de acuerdo al orden en la clasificación general. A las 10 en punto de la mañana recibieron el banderazo y salieron como una exhalación los bólidos de Luis Sarmiento y Sergio Neder, luego Rafael Seminario y Hernán Videla, y así sucesivamente. Entre los que largaron más rezagados se vio claramente que el Chevrolet de Raúl Jaras había recuperado su potencia con el motor nuevo, ya que se alejó de inmediato a gran velocidad, superando raudamente a varios rivales en los primeros kilómetros de carrera.

Al paso por el puesto de control en Chincha, localidad situada a 107 kms de Ica y a 179 de Lima, la clasificación parcial daba cuenta de la gran velocidad de Papín, ya que el orden de pasada de los diez primeros era así: Seminario, Neder, Alvarado, Jaras, Salas, Videla, Sarmiento, Jochamowitz, Romero y Medina. Una perfecta equiparidad nacional: cinco peruanos y cinco chilenos. A medida que las máquinas se aproximaban a Lima cundía el nerviosismo no solo de los cientos de miles de radioescuchas en Chile y Perú, sino que entre el público limeño que se seguía congregando en las cercanías de la meta. Algunas radios especulaban con los resultados y se cruzaban apuestas de quién sería el primero en entrar a Lima, si un volante peruano o uno chileno. El nerviosismo iría en aumento cuando empezaron a circular rumores acerca de un retraso de Alvarado y de una pana sufrida por Sarmiento, el líder de la clasificación hasta ese instante. Lo claro es que el grupo de los primeros autos venía a gran velocidad, turnándose las ubicaciones en la ruta en una estrecha disputa sin resolverse. Faltaba tan poco para el final que la verdad exacta no se conocería hasta que no se bajara la bandera a cuadros en la capital peruana.

Las autoridades limeñas constataron que nunca en la historia se había visto tal cantidad de espectadores en una llegada de carrera de autos, estimándose que el público congregado a lo largo de la meta, antes y después de ésta, era de aproximadamente ciento veinte mil personas. Un verdadero hormiguero, expectante y en ebullición. Cuando se avistó en el aire al pequeño avión que seguía la carrera quedó claro que anunciaba la llegada del primer coche, lo que provocó gran revuelo.

El Ford N° 26 de Neder cruza victorioso la llegada en Lima.
Raúl Jaras y Sergio Neder, los dos primeros en arribar a la capital peruana.

Las gentes que estaban detrás de los alambrados no se contuvieron y los echaron abajo, ganando varios metros, y poniéndose peligrosamente sobre el pavimento. La policía trataba infructuosamente de contener la gran masa humana ávida de emociones. De pronto surgió nervioso un motociclista de la policía anunciando que venía el primero, y a los breves instantes apareció velozmente el Ford con el N° 26, que lucía un gran letrero de Chile sobre su trompa. Era el chileno Sergio Neder, quien cruzó la meta a gran velocidad, recibiendo una respetuosa y nutrida salva de aplausos, pero con una alta dosis de desilusión del público peruano. El oriundo de Vicuña había corrido la última etapa en forma magistral, deteniendo los cronómetros exactamente a la hora 37 minutos y 4 segundos desde su partida en Ica. Provocó entonces las primeras exclamaciones de asombro: no solamente era el primer coche en llegar a Lima, sino que además el chileno había batido el récord para la distancia que detentaba desde el año 1955 el campeón peruano Alvarado con 1 hora 45 minutos y 17 segundos. Recibió entonces Sergio Neder, por ese solo hecho, las sinceras felicitaciones del Ministro de Economía del Perú, del Edecán del Presidente de la República y del Presidente del Automóvil Club Peruano. Neder sonreía, pero por dentro seguía nervioso hasta no saber el resultado oficial una vez que llegaran sus rivales.

En la meta, Neder y Alvarado intercambian banderines de Chile y Perú, atrás Jaras.

Entre tanto, existía ansiedad por saber la suerte de los peruanos, especialmente de Luis Sarmiento quien había iniciado la etapa como líder de la clasificación general, pero del cual no había noticias desde hacía un buen rato. Pasaron siete eternos minutos y nuevamente apareció la avioneta en el aire indicando la proximidad de otro competidor. El público volvió a invadir la pista para poder observar mejor quién sería. A un ritmo impresionante surgió entonces el Chevrolet rojo inconfundible de Raúl “Papín” Jaras, a quien la bajó la cuadriculada el emocionado Embajador de Chile en Lima, señor Eduardo Cruz Coke. Impresionante lo hecho por Jaras, ya que había largado entre los últimos, de manera que superó prácticamente a todos los demás autos al entrar segundo a la capital del Rímac.

No había transcurrido un minuto, cuando de nuevo se cerraba el embudo humano sobre el camino, indicando que venía otra máquina. Arribó entonces el peruano Hugo Salas en su Studebaker, ante la alegría de los espectadores quienes lo ovacionaron a su paso por la meta. Mientras tanto, se seguía esperando ansiosamente la llegada de Sarmiento, y el tiempo seguía inexorablemente su marcha. Llegaron en seguida otros volantes poniendo más emotividad: el peruano Arnaldo Alvarado y el chileno Luis Hernán Videla. Posteriormente cruzarían la meta Rafael Seminario y el chileno Mario Ramírez. Y de Sarmiento, nada. A continuación hubo una llegada electrizante ya que arribaron juntos y prácticamente en empate, uno al lado del otro, el Ford del chileno Ignacio “Rasquido” Romero y el Nash del peruano Luis Jochamowitz.

La electrizante llegada a Lima de Ignacio Romero y Luis Jochamowitz.

Transcurrido el tiempo de ventaja que tenía Sarmiento sobre Neder, y como el volante peruano no se había hecho presente aún en el punto de meta, las autoridades de la carrera proclamaron oficialmente como vencedor del Gran Premio del Pacífico a Sergio Neder, quien fue calurosamente felicitado por los otros pilotos chilenos, así como aplaudido por las autoridades y vitoreado por la gente. Recién después de una hora apareció finalmente el coche de Luis Sarmiento, arribando a Lima en el lugar decimoquinto. Ahí recién se logró saber que había tenido que detenerse a 99 kms de la meta por problemas con las bujías y el encendido del motor de su Ford. Perdió allí toda chance al triunfo, pero luego de descender de su auto, caballerosamente y sin lamentarse, felicitó efusivamente al ganador.

Acallados los aplausos y vítores, así como el rugir de los motores, se procedió a la entrega a la prensa de los resultados oficiales con la clasificación general del Gran Premio del Pacífico, luego de cumplidos los casi 3.500 kilómetros de carrera:

1° Sergio Neder, Chile, Ford 30 horas 41 minutos 55 segs. 4/5
2° Rafael Seminario, Perú, Ford 31h 4m 15s 2/5
3° Luis Sarmiento, Perú, Ford 31h 8m 42s 3/5
4° Luis H.Videla, Chile, Ford 32h 18m 45s 4/5
5° Arnaldo Alvarado, Perú, Ford 32h 35m 19s 4/5
6° Luis Jochamowitz, Perú, Nash 33h 31m 53s 2/5
7° Ignacio Romero, Chile, Ford 34h 2m 9s 1/5
8° Orlando Medina, Chile, Chevrolet 35h 7m 47s
9° Raúl Jaras, Chile, Chevrolet 35h 54m 9s 4/5
10° Mario Ramírez, Chile, Ford 40h 46m 41s 3/5

Luego, en los lugares secundarios, clasificaron: 11° Manuel Podestá, Chile, Mercury; 12° Augusto Montalva Quindos, Chile, Chevrolet; 13° Carlos Niemayer, Chile, Ford; 14° Fernando Gazzani, Perú, Ford; 15° Hugo Salas, Perú, Studebaker, y 16° Renato Tusschaens, Chile, Ford.

Sergio Neder, el brillante vencedor del Gran Premio del Pacífico, “La Santiago-Lima”

Entrevistado por la prensa el ganador absoluto, Sergio Neder expresó:

“Es el primer triunfo de mi carrera deportiva, y habría sido muy difícil de obtener si no hubiera tenido como copiloto al peruano Tomás Alzamora, que inició la competencia como compañero de Piti Block. Tomás conoce el camino como la palma de su mano, y él me fue guiando desde Tacna hasta la meta”. Manifestó que Rafael Seminario fue su más serio contendor, ya que entre Tacna e Ica estuvieron rueda a rueda y que en la última etapa, entre Ica y Lima, pasó lo mismo. “Solo logré adelantarlo muy cerca de la meta”, agregó sonriente. Gratamente impresionado por la cordialísima acogida del público peruano terminó sus declaraciones pidiéndole a los periodistas: “Den las gracias de mi parte a todos los que hoy nos han brindado cabal demostración de amistad”. Encomiables palabras que enaltecieron al joven triunfador.

Grandiosa, sin duda, la victoria de Sergio Neder, la que puede considerarse además como uno de los mayores logros del automovilismo chileno a nivel internacional.