Diciembre del año 1960. Había fallecido recientemente el gran campeón de antaño, el famoso piloto chileno Lorenzo Varoli, por lo que la Asociación de Volantes de Chile organiza en honor a él la carrera con la que culmina esa temporada de grandes premios por carretera. La competencia tendría una única versión para pasar a la historia del automovilismo deportivo nacional: se correría desde Santiago hasta Talca, la ciudad natal de Varoli, donde se le rendiría un homenaje en su tumba, y luego la prueba seguiría rumbo al sur hasta la ciudad de Los Ángeles.

La Panamericana sur estaba pavimentada y en excelente estado, lo que auguraba altas velocidades. Los pronósticos de los aficionados y cronistas se repartían entre los pilotos de mayor éxito en la temporada, según las preferencias mecánicas: los Chevrolet de Raúl Jaras y Eugenio Velasco, o los Ford de Bartolomé Ortiz y Nemesio Ravera. Parecía claro que entre estos cuatro candidatos estaría la lucha por la punta.

Raúl “Papín” Jaras con su copiloto, el famoso “Chino” Lí (Tomás Li Bravo).

La largada se da en el lugar habitual para estas carreras, en la ruta Panamericana frente a la planta Carozzi, en Nos. Se baja la cuadriculada y los coches de turismo carretera salen raudos rumbo al sur, de dos en fondo. De inmediato Papín Jaras pica en punta e impone un tren velocísimo de carrera que solo puede mantener Velasco, su escolta y coequipo de Chevrolet. Sus eternos rivales Ortiz y Ravera tratan de seguirles el ritmo, pero luego de algunas decenas de kilómetros empiezan a quedarse atrás irremediablemente, dejando en claro que los Ford esta vez no están a la altura de los rápidos coupés equipados por los potentes motores Wayne.

El pelotón de coches de Turismo Carretera en los primeros instantes de la carrera.

“Bartolo” Ortiz hace gala de su pericia de campeón al tratar de evitar que se le escapen los Chevrolet, pero no puede impedirlo. Por su parte, Ravera empieza a experimentar fallas en su motor, el que no logra un andar fluido y comienza así a retrasarse, siendo sobrepasado por el auto de Orlando Medina, quien hace correr su Ford a un muy buen promedio, sorprendiendo por su rapidez. El resto de los competidores marcha mucho más atrás.

Nemesio Ravera: las fallas en su Ford lo postergaron en la primera etapa.

A medida que transcurre la carrera y las máquinas cruzan por las distintas localidades, provocando el aplauso y la emoción de los miles de espectadores apostados a lo largo de la ruta, se va haciendo más evidente que el duelo por la punta queda circunscrito exclusivamente a los dos veloces Chevrolet Wayne. Jaras no suelta la punta y Velasco no le pierde pisada, de manera que su paso por las ciudades, a escasos metros uno del otro, provoca el delirio de la gente. San Fernando y Curicó son testigos de este duelo impresionante que se prolongaría hasta la meta en Talca, donde culminaba la primera etapa. La competencia contemplaba una larga neutralización en esa ciudad para que los volantes participantes pudiesen rendirle el merecido homenaje a Lorenzo Varoli.

El Chevrolet de “Papín” Jaras
el Ford de “Bartolo” Ortiz

Los aficionados especulaban acerca de si alguno de los pilotos lograría quebrar la marca de una hora y media entre la capital y Talca, lo que en teoría parecía casi imposible. La duda no tardaría en ser disipada, ya que el grito vibrante del locutor radial con la famosa frase ¡coche a la vista! surgió antes de lo previsto y el público dio rienda suelta a sus emociones con gritos, vítores y aplausos. Cuando los cronómetros marcaban exactamente 1 hora 18 minutos y 14 segundos desde la partida, cruzó velozmente la meta el bólido rojo de Papín Jaras. Y antes de que el portador de la bandera cuadriculada alcanzase a reponerse de la impresión, tuvo que hacerla flamear nuevamente al paso casi inmediato de la máquina blanca y azul conducida por Eugenio Velasco, quien nunca perdió de vista al puntero y lo presionó durante toda la etapa. Ambos fueron los únicos pilotos en poner menos de una hora y media entre las dos ciudades. El promedio del ganador de la etapa fue de 169,603 KPH

Raúl Jaras y Eugenio Velasco en Talca, esperando relajados la llegada de sus rivales.

La diferencia que marcaron Jaras y Velasco con el resto de los participantes fue de tal magnitud que el público debió esperar casi veinte minutos para ver aparecer al tercero, el Ford de Orlando Medina, quien en el último tramo habría logrado sobrepasar a Bartolomé Ortiz, el que arribó a su retaguardia. Posteriormente llegaría el resto de los competidores, incluido Ravera, quien había logrado superar los problemas mecánicos que lo retrasaron en la primera parte.

Concluida la primera etapa, los pilotos dejaron sus coches en reposo o en manos de sus mecánicos y se dirigieron todos en grupo hacia el cementerio de Talca a rendir tributo al ex campeón recientemente fallecido, quien había sido un maestro para varios de ellos. Allí se llevó a cabo una sencilla pero solemne ceremonia. Eugenio Velasco fue el encargado, a nombre de la Asociación de Volantes de Chile, de recordar las virtudes de Lorenzo Varoli y hacer recuerdos de sus éxitos deportivos. Luego, en un momento de silencio y congoja, los pilotos pusieron una ofrenda floral en el lugar donde descansaban los restos del ídolo talquino, rindiéndole así un merecido homenaje al famoso corredor que brilló a fines de la década del cuarenta.

El homenaje a Lorenzo Varoli en el cementerio: Velasco se dirige al público.

Terminado el homenaje, y luego de alimentarse, reponer fuerzas y mejorar detalles mecánicos, los volantes partieron en sus bólidos desde Talca rumbo al sur, en el mismo orden en que habían terminado le primera etapa. Jaras encabezaba el pelotón seguido de cerca por Velasco, Ortíz, Medina y Ravera. Apenas dejaron atrás Talca, Bartolomé Ortiz., en su afán por recuperar lo perdido, le imprimió una velocidad temeraria a su Ford lo que le provocaría un grave percance: volcó en una curva en forma espectacular y su auto cayó a un zanjón. Allí terminaría lamentablemente su participación en la carrera, con el orgullo herido, pero con la suerte de no haber tenido lesiones de consideración en el grave accidente.

Bartomé Ortiz: tuvo suerte al resultar casi ileso de su espectacular volcamiento.

Mientras tanto en la punta, el Chevrolet de Jaras perdía presión de aceite y Papín debía detenerse para que su copiloto y preparador – “El Chino” Li – pudiese ver qué ocurría, lo que era de inmediato aprovechado por su porfiado escolta para sobrepasarlo. Se adueñó Velasco entonces de la vanguardia y a gran velocidad comenzó a alejarse de todos los demás competidores. Pasó por Chillán escapado del resto, y sus más cercanos perseguidores quedaron a muchos minutos de distancia.

El Chevrolet Wayne de Velasco funcionaba como reloj y su ritmo era de tal rapidez que resultaba imposible de seguir para sus rivales.

Vista aérea del veloz coupé Chevrolet Wayne de Eugenio Velasco en plena ruta.

Papín Jaras, luego de repostar aceite y solucionar el percance que lo hizo parar momentáneamente, comenzó raudamente a remontar y a sobrepasar autos en pos de acercarse a los punteros. Sin embargo, quién más lograba descontar en la ruta era Nemesio Ravera, el que llegaba a posicionar su Ford en el segundo lugar en el camino. La competencia no depararía mayores sorpresas en lo que restaba, salvo que Jaras finalmente tendría resultados en su remontada, ya que escalaba hasta el tercer lugar, y Orlando Medina quedaba cuarto.

La gente apostada en la meta en Los Ángeles vería entrar así a Velasco, raudo y solitario en la punta, luego a Ravera quien llegó cinco minutos más tarde, y tres minutos después a Papín Jaras. La impresionante velocidad que le imprimió Velasco a su Chevrolet quedó en evidencia cuando los cronometradores lo proclamaron ganador de la carrera con el increíble promedio de velocidad de 174,780 KPH.

Sumados los tiempos de ambas etapas, las autoridades dieron a conocer finalmente al podio con los tres primeros pilotos de la Clasificación General del Gran Premio “Lorenzo Varoli”:

1° Eugenio Velasco (Chevrolet) 2 horas 50 minutos 45 segundos (récord)
2° Raúl Jaras (Chevrolet) 3 horas 00’ 15”
3° Orlando Medina (Ford) 3 horas 40’ 52”

El ganador de la competencia, Eugenio Velasco Letelier .

Quedó así para la historia este Gran Premio “Lorenzo Varoli” del año 1960, y para el bronce el récord de Eugenio Velasco, quien triunfó por una ventaja de cerca de diez minutos sobre sus más cercanos perseguidores. El gran Lorenzo Varoli podía descansar tranquilo luego de este gran premio en homenaje suyo, ya que no solamente se estableció un nuevo récord entre Santiago y su cuna, la ciudad de Talca, de 1 hora 18 minutos y 45 segundos, sino que además se logró otro récord para la distancia entre Nos y Los Ángeles, de 2 horas 50 minutos y 45 segundos a una velocidad media de 174,780 KPH. Sin duda marcas admirables para culminar la temporada automovilística del año 1960.