En el verano de 1962, en Febrero, se llevó a cabo el mayor acontecimiento deportivo del automovilismo de esa temporada, con un extenso recorrido total de 2.125 kilómetros. La carrera presentaba grandes desafíos por los largos tramos de cada jornada, ya que los organizadores decidieron hacerla en tan solo tres etapas: Santiago-La Serena (469 kms); La Serena-Antofagasta (912 kms) y Antofagasta-Arica (744 kms). La larguísima segunda etapa por el desierto de Atacama, sin neutralizaciones, se presentaba como el gran escollo por salvar.

Los cuatro pilotos nacionales que aparecían como favoritos para adjudicarse el Gran Premio eran quienes encabezaban el ránking de Turismo Carretera, por haber obtenido los primeros lugares en diferentes pruebas en el año anterior: Bartolomé Ortiz, Eugenio Velasco, Nemesio Ravera y Raúl Jaras. Desde el extranjero llegaron también ilustres volantes a participar, como los peruanos Mario Mancilla y Humberto Requena, y los créditos argentinos José Maimone y Joaquín Perrota, entre otros. En la serie “Carrozados” los pronósticos se inclinaban por el campeón del Perú, Federico “Pity” Block, y la joven promesa nacional Boris Garafulic, ambos en coches Volvo.

Antes de largar: Raúl “Papín” Jaras y su copiloto y preparador Tomás “Chino” Lí

La partida desde la capital, por razones de seguridad, se hizo desde Huechuraba y no desde el inicio de la Carretera Panamericana; motivo por el cual los tiempos a La Serena no eran comparables con lo de otras carreras al norte, ya que el recorrido era muy levemente más corto. No obstante, como siempre, las especulaciones se centraban en saber quiénes pondrían menos de tres horas hasta la ciudad de las papayas, y si  lograrían o no quebrar esa barrera. En un ambiente de fiesta y ante un público multitudinario, los autos de carrera se ubicaron en el punto de partida formados de dos en dos. En la primera fila, comandando el pelotón, enfrentaban la bandera a cuadros dos cupecitas Chevrolet: el N°1 del argentino José Maimone y el N° 2 de Eugenio Velasco. Este último lucía su coche recién remozado en su parte delantera, con una llamativa trompa estilo “tiburón” (a la usanza del Ferrari 156 “scualo” ganador de  la Fórmula Uno), que era una magnífica obra de los excelentes artesanos argentinos de la fábrica de  Carrocerías Varesina, ubicada en Maipú.

La largada del Gran Premio a la salida norte de Santiago, con dos Chevrolet en la primera línea: el N°1 del argentino José Maimone y el N°2 de Eugenio Velasco Letelier.

Lamentablemente, en la misma largada se produjo la primera deserción importante, ya que el Ford de Sergio Neder experimentó problemas mecánicos y no pudo partir. Como se preveía, la lucha entre los favoritos se planteó de inmediato, formándose un grupito de avanzada con los veloces Chevrolet de Velasco y “Papín” Jaras, y los Ford de Ortiz y Ravera, los que claramente tenían más velocidad que el resto de los competidores. Sin embargo, a medida que transcurría la etapa, Jaras empezó a tener problemas con su motor y se fue quedando rezagado.

El programa radial “Rugen los Motores” mantenía a todos los fanáticos pegados a las portátiles a transistores, pudiendo así estar informados del acontecer ya que daba cuenta con gran emotividad de los pasos de los competidores por los distintos pueblos y localidades. Todo indicaba que los tres pilotos en punta batirían récords de velocidad, puesto que sus bólidos lograban acercarse a los 200 k/h en varios tramos, y sus promedios superaban fácilmente los 170 k/h Era una batalla estrecha, y la radio relataba que Ortiz, Ravera y Velasco corrían raudamente, a pocos metros de distancia entre ellos.

En un segundo grupo, disputaban el cuarto lugar de Turismo Carretera los argentinos Maimone y Perrota, con el chileno Mario Queirolo y el peruano Mancilla. Entre los coches de la serie Carrozados Standard, se vivía la guerra de los Volvos, entre Boris Garafulic y el peruano “Pity” Block, pero aparecía también sorpresivamente un “convidado de piedra” de gran desempeño: Peter Kube, quien les disputaba la punta de igual a igual. Este joven alemán avecindado en Chile ya había llamado la atención en los momentos previos a la largada por su facha y pinta de galán de cine, que hizo suspirar a varias espectadoras (de hecho tiempo después hizo de modelo publicitario).

Peter Kube en un afiche publicitario cuando ya era famoso en el Perú.

Peter Kube, quien con su Volvo corría representando a Copiapó, daba sus primeras armas en el automovilismo deportivo, demostraba tener mucho talento, y daría que hablar en el futuro: se radicó tiempo después en Perú y lograría ser una figura automovilística internacional, ganando numerosas pruebas no solo en dicho país (como el Gran Premio Caminos del Inca) sino también a nivel latinoamericano (haciendo binomio con Henry Bradley triunfarían, por ejemplo, en la Vuelta a América del Sur en 1978).

La habitual tranquilidad de los serenenses se vio alterada esa tarde con una llegada electrizante al término de la primera jornada del Gran Premio, para felicidad de los miles de espectadores que se apretujaban para tener una mejor visión de la ruta. Antes de que se cumplieran las tres horas desde la partida en Santiago, como una exhalación cruzaron la meta en La Serena los Ford de Nemesio Ravera y Bartolomé Ortiz, y el Chevrolet de Eugenio Velasco. Sus tiempos y promedios de velocidad dejaron a muchos con la boca abierta: Ravera, 2 horas 41 minutos 52 segundos 1/5 a un promedio de 174, 213 KPH; Ortiz, 2 h. 42’34” a 174,474 KPH, y Velasco, 2 h. 43’ 6” a 172,900 KPH. Estos tres consagrados volantes fueron los únicos competidores que lograron poner un tiempo inferior a tres horas entre ambas ciudades.

“Bartolo” Ortiz y su copiloto Juan Manuel Silva; su Ford entró 2° en La Serena.

En el grupo escolta logró imponerse el chileno Queirolo, quien logró el cuarto puesto, seguido de los argentinos Maimone y Perrota, y el peruano Mancilla quien finalmente pudo entreverarse entre los dos transandinos. A continuación llegó el puntero de los carrozados, Boris Garafulic, escoltado por Peter Kube, ambos en Volvo, y luego Hugo Tagle (Ford); Jorge Araya (Volvo), Carlos Niemayer (Ford), Víctor Fraile (Ford), Humberto Requena (Chevrolet), Sergio Siro (Ford), José Dolores Moreno (Ford), Federico Block (Volvo), Raúl García (Ford), Juan Gac (Ford), Jorge Opazo (Ford) y Raúl Jaras (Chevrolet) quien no obstante los múltiples problemas mecánicos que lo relegaron, logró clasificar en la etapa pese a llegar de noche, con lo cual podría continuar en carrera. “Papín” pudo reparar en la neutralización en La Serena, de manera que seguiría en un coche competitivo, como quedaría demostrado más adelante. Digna de destacarse fue la actuación de Jorge Araya quien en su Volvo se ubicó tercero en la serie carrozados. Por su parte, otros autos que llegaron a la meta lo hicieron en tan precaria condición mecánica que tuvieron que abandonar al no poder reparar tiempo para largar la segunda etapa. Fue el caso del famoso piloto peruano Federico Pity Block y de Mario Queirolo; dos pérdidas relevantes que lamentar ya que habían tenido un excelente ritmo en la primera etapa.

Nemesio Ravera y su preparador y copiloto, el argentino Juan Carlos Navone, saludan luego de llegar a La Serena en la vanguardia de la carrera.

Al día siguiente, la extenuante jornada de 912 kilómetros entre La Serena y Antofagasta provocaría muchas deserciones y retrasos entre los corredores que seguían en competencia, ya que como era de esperar, los polvorientos caminos de la desolada y calurosa pampa nortina acechaban. Las altas velocidades y el mal estado de la ruta, que en algunos tramos era simplemente una huella de tierra en el desierto, serían fatales para los neumáticos, los que indudablemente no estaban a la altura de los preparados motores de las máquinas de TC. El puntero Nemesio Ravera fue una de esas víctimas, ya que sus gomas, en esa superficie y con ese calor, simplemente no aguantaban el tren de carrera de su veloz Ford preparado en Argentina, y se rompían una y otra vez. Aunque parezca increíble, destruyó siete neumáticos en total, y al final no pudo conseguir más repuestos, por lo que en un acto temerario decidió continuar rodando en las llantas (a fierro pelado) por varias decenas de kilómetros hasta lograr auxilio. Por su parte Eugenio Velasco, el otro piloto de la tripleta que comandaba la carrera, sucumbió ante varios problemas mecánicos de su Chevrolet Wayne. Con el considerable retraso de ambos, “Bartolo” Ortiz se encontró solo en la punta y no tuvo quien amagara su veloz accionar en el desierto. Los otros Turismo Carretera que lo seguían a considerable distancia eran los de Raúl Jaras, Carlos Niemayer, el argentino Maimone, Hugo Tagle, Mario Mancilla y José Dolores Moreno.

Ravera y su infortunio: rompió siete neumáticos en la segunda etapa.

En el intertanto, entre los coches carrozados se producía el lamentable abandono de Boris Garafulic por fallas irreparables en su Volvo. Le quedó entonces la vía libre a Peter Kube quien le imprimió un ritmo endemoniado a su bólido sueco, el que se prestaba para esos caminos por su robustez y estabilidad para la tierra. A una espectacular velocidad avanzó raudo por el desierto, adelantando a varios TC, y ubicándose en el grupo de punta. Incluso, ante la expectación de los radioescuchas, se informaba que Kube había logrado adelantar a Carlos Niemeyer y después nada menos que a Papín Jaras. Sin duda el joven alemán mostraba todo su talento en la pampa nortina, en una ruta similar a aquellas donde brillaría en el futuro en el Perú.

A medida que transcurrían las interminables horas de competencia, lo único que quedaba claro es que Ortiz iba escapado adelante, con gran ventaja, por lo que de no mediar una sorpresa tendría que llegar a Antofagasta como vencedor. Lo interesante es que los locutores señalaban que Ravera, luego de solucionar su problema de neumáticos, había retomado un ritmo impresionante y marchaba raudo hacia el norte, adelantando a numerosos competidores y dejando una nube de tierra a su paso. La duda era cuánto podría recuperar, ya que el tiempo perdido era mucho. Pero su velocidad era abismante. La emoción vino cuando se supo que había llegado incluso a reubicarse en el segundo lugar en la ruta.

Bartolomé Ortiz entrando triunfante a la costanera de Antofagasta al final de la 2ª etapa.

Sin embargo, Bartolomé Ortiz no sufría contratiempo alguno y su coupé Ford corría por la seca pampa sin contrapesos, batiendo todos los récords. Cuando los relojes indicaban que habían transcurrido tan solo 7 horas 10 minutos desde que los coches habían zarpado de La Serena, los eufóricos antofagastinos que se aglomeraban en inusitada cantidad en la meta, a orillas del Océano Pacífico, recibieron al gran “Bartolo” con aplausos, gritos, vítores y pañuelos al viento. Había quebrado la marca anterior entre ambas ciudades, que detentaba el argentino Salvador Ataguile, y que era de 7 horas 55 minutos y 19 segundos. Fue tan demoledor el accionar de Ortiz que los espectadores debieron esperar casi una hora antes de que apareciera otro auto en el horizonte. Lo demuestra su espectacular promedio: 127,019 KPH para los 912,3 kilómetros de recorrido.

Contra todos los vaticinios, surgió entonces el automóvil Ford de Nemesio Ravera, quien pese a todos sus percances y problemas logró remontar y cruzar en segundo lugar la meta 55 minutos después del puntero, lo que constituyó una verdadera hazaña por la cantidad de coches que debió adelantar en su arremetida final. De no mediar su rotura de neumáticos, la lucha entre los dos talentosos y veloces rivales habría sido titánica y seguramente habrían llegado a Antofagasta juntos.

Su destacada actuación y su espíritu deportivo ante la adversidad llevaron a Nemesio Ravera a hacer este afiche publicitario que se hizo famoso en todo el país.

Pero las sorpresas no pararon allí: al poco rato arribó a gran velocidad el Volvo de Peter Kube, obteniendo un fabuloso tercer lugar e imponiéndose a la mayoría de los coches de Turismo Carretera. Puso un tiempo de 8 horas 19 minutos y 30 segundos, entre La Serena y Antofagasta, a un promedio de 109, 585 KPH, lo que para un auto de la serie carrozados estándar resultaba simplemente increíble.

A continuación llegaron a la meta antofagastina los Turismo Carretera de Jaras, Niemayer, Maimone, Tagle, Mancilla, Moreno y Eugenio Velasco. Este último había logrado reparar medianamente los problemas mecánicos y recuperar terreno, pero al bajarse de su Chevrolet pasado el punto de meta, tuvo que ser ayudado por su copiloto Nicolás Meneses, al no poder sostenerse en pie, evidenciando venir con serios problemas físicos y grandes dolores abdominales. Fue llevado de inmediato al hospital donde se le detectó una úlcera perforada y una hemorragia interna. La tensión de la carrera y las pannes en la ruta le habían pasado la cuenta. Un avión lo trasladó de urgencia a Santiago donde debió ser intervenido quirúrgicamente. Sin duda un dramático final para terminar la participación de Velasco en el Gran Premio.

La revelación de la carrera: el joven alemán Peter Kube y su rápido Volvo (con el letrero de Copiapó en el techo), llega a la meta en Antofagasta tercero, provocando la expectación y júbilo de los miles de espectadores situados a la orilla del mar.

Más tarde arribaron a Antofagasta el peruano Humberto Requena, Víctor Fraile, Jorge Araya, el argentino Joaquín Perrota y Juan Gac. Aparte de Boris Garafulic, tampoco pudieron llegar los coches de Sergio Siro y Raúl García. De los 25 competidores que comenzaron la dura carrera en Santiago, solo iban quedando 15. Sin embargo, dos más desertaron allí, ya que el auto del mendocino Perrota llegó averiado y no pudo seguir, lo que se sumó al grave problema médico sufrido por Eugenio Velasco.

Eugenio Velasco y su fiel copiloto y mecánico Nicolas “Colacho” Meneses.

Salieron entonces al día siguiente rumbo a Arica los trece sobrevivientes, con Ortiz y Ravera adelante, abriendo camino, seguidos de Papín Jaras y el peruano Mancilla, y atrás de ellos el argentino José Maimone y el sorprendente Peter Kube. Bartolomé Ortiz aplicó una estrategia cerebral y dejó que Ravera se arrancara en la vanguardia, ya que su gran ventaja acumulada en la segunda etapa le daba un buen margen de seguridad. Papín Jaras, por su parte, se veía muy recuperado anímica y mecánicamente, ya que su Chevrolet volvía a tener la velocidad de antes por lo que podía mantenerse al ritmo de Ortiz y aventajar con cierta facilidad a los pilotos extranjeros Mancilla y Maimone que lo seguían.

El accionar del rapidísimo Ford de Nemesio Ravera con motor preparado en la Argentina

En la categoría de los carrozados, Peter Kube tenía una ventaja apreciable sobre su más cercano competidor, el Volvo de Jorge Araya, de manera que dosificó su andar en la última etapa para no tener sorpresas mecánicas y conservar su liderato. Su fabuloso rendimiento del día anterior le permitía dormirse tranquilo en los laureles. Sin embargo se dio el lujo de superar en la ruta a numerosos coches de la serie mayor, como a Carlos Niemayer, Humberto Requena y Hugo Tagle, logrando entreverarse entre los ocho primeros.

En la punta seguía Nemesio Ravera a gran velocidad, obteniendo una apreciable ventaja sobre sus escoltas Ortiz y Jaras. Más atrás luchaban por la cuarta posición el argentino José Maimone y el peruano Mancilla. No alcanzaron a transcurrir 6 horas desde la largada en Antofagasta cuando los parlantes estallaron en Arica, anunciando que se acercaba el primer auto a la meta. Exactamente a las 5 horas y 51 minutos clavados una enfervorizada multitud de más de ocho mil personas presenciaba la bajada de bandera al Ford de Nemesio Ravera. Esta vez el aguerrido representante del Audax Italiano no tuvo inconvenientes ni percances en el trayecto, por lo que pudo dejar en evidencia que era el más veloz al establecer el increíble promedio de 148,800 KPH para la etapa final, cuya distancia era de 744 kilómetros.

A continuación vinieron minutos de gran suspenso, ya que el público especulaba cuánto más tardaría en llegar Ortiz, con lo que aún no estaba claro quién era el vencedor del Gran Premio. Pareció un tiempo interminable, pero fueron solamente 11 minutos, hasta que apareció la cupecita Ford de “Bartolo” y el popular piloto del Santiago Morning cruzó la meta con el brazo en alto, a sabiendas de que era el ganador debido a la gran ventaja que le había sacado a Ravera el día anterior. Los cientos de fanáticos “tuercas” ariqueños se abalanzaron hacia el auto y Ortiz fue paseado en andas y vitoreado por la multitud. Lo propio hicieron con Nemesio Ravera, y luego ambos pilotos se fundieron en un gran abrazo, el que fue como la coronación de una justa de caballeros sin igual.

El Ford vencedor de Ortiz cruza a la meta final en Arica y los carabineros hacen esfuerzos para contener a la multitud enfervorecida que invade el polvoriento camino.

Casi media hora después irrumpió en Arica el Chevrolet de Papín Jaras, quien tuvo un excelente cometido en la última etapa. Lo siguieron el Ford del peruano Mancilla y el Chevrolet del argentino Maimone, quienes llegaron juntos a la meta en una llegada emocionante, ante el griterío y los aplausos de los miles de espectadores. Cuando el ruido de éstos aún no se acallaba apareció el Volvo de Peter Kube provocando el asombro general al haber logrado imponerse a la mayoría de los coches de Turismo Carretera. Después, llegarían poco a poco los restantes competidores: Niemayer, Requena, Tagle, Fraile, Araya, y Moreno.

La dupla triunfadora: Ortiz y Juan Manuel Silva.

El equipo de cronometradores y controles se dio luego a la tarea de obtener los resultados totales de la carrera, para determinar la Clasificación General del Gran Premio, la que quedó de la siguiente manera, para los diez primeros:

1° Bartolomé Ortiz (RCH – Ford) 15 horas 5 minutos y 25 segundos
2° Nemesio Ravera (RCH – Ford) 15 h. 50’ 48” 2/10
3° Peter Kube (Alemania – Volvo) 17 h. 40’ 46”
4° José Maimone (RA – Chevrolet) 18 h. 29’ 41” 8/10
5° Carlos Niemayer (RCH – Ford) 18 h. 51’ 38” 2/10
6° Mario Mancilla (Perú – Ford) 18 h. 59’ 21”
7° Hugo Tagle (RCH – Ford) 19 h.34’ 19”
8° Jorge Araya (RCH – Volvo) 23 h.29’ 13”
9° José Dolores Moreno (RCH – Ford) 23 h.38’
10° Humberto Requena (Perú – Chevrolet) 28 h. 25’ 32”

Demás está decir que en la serie Carrozados Standard el vencedor fue el joven germano que representaba a Copiapó, Peter Kube, y su digno escolta el chileno Jorge Araya, ambos en Volvos. Por su parte, el ganador absoluto del Gran Premio Santiago-Arica, el gran Bartolomé Ortiz, dejaría para la historia de nuestro automovilismo deportivo una marca simplemente impresionante, no sólo por su tiempo entre Santiago y la ciudad del límite nortino, sino también con un récord de velocidad media, puesto que logró superar la barrera de los 140 KPH y así establecer un promedio para el bronce: 140.905 KPH para los 2.125 kilómetros de recorrido. Y piénsese que esto fue en los precarios caminos chilenos del año 1962.

Semanas después del Gran Premio la revista Estadio le dedicó su portada a los ganadores.