ENTREVISTA AL CAMPEÓN DE TURISMO CARRETERA LUIS GIMENO
Luis, junto a sus hermanos Ramón, Miguel Ángel y Clemente Gimeno Iglesias, son miembros de una familia realmente excepcional, ya que todos ellos fueron corredores exitosos de autos. Incluso los cuatro llegaron a competir en algún año en carreras de Turismo Carretera, la máxima categoría nacional. Miguel Ángel además emuló a su hermano mayor ya que salió Campeón de Turismo Carretera el año 1983, cuando Lucho ya se había retirado de las pistas con varios campeonatos a su haber.

Nuestro entrevistado nació en Santiago el 13 de septiembre de 1941. Según nos cuenta, la vocación de Luis Gimeno partió en el circuito de Quinta Normal, porque ese escenario de competencias pasaba frente a la casa de sus abuelos. Allí, con sus hermanos, solían mirar las carreras desde niños y veían pasar las burritas con mucho interés, en compañía de su abuelo Luis Iglesias, al que también le gustaban los autos. A partir de esos episodios de la infancia le comenzó a gustar de verdad el deporte motor, al que ya siendo un joven logró acercarse para más tarde participar activamente.
Como nos recuerda: “Conocimos a Orlando Medina, un corredor de Turismo Carretera que tenía un servicentro en la calle Matucana. Mi hermano Ramón tenía un Simca Mónaco de dos puertas, de 1300 c.c., y yo una camioneta Simca pick up del año ‘60. Medina nos dio los primeros informes de qué había que hacer para correr en auto y nos ofreció prepararlos. Así nos iniciamos con estos Simca en el antiguo circuito de Barrancas, por allá por el año 1962, y nos fue a ver nuestro abuelo Luis que siempre nos apoyaba. Nuestro padre, en cambio, nada sabía ni menos le gustaban los autos ni las carreras. Creo que con mi camioneta llegué tercero en la serie y mi hermano Ramón ganó la suya.”
Después de los Simca, Lucho se enamoró de un muy bonito Ford coupé 39 de un amigo de la familia y, con la ayuda de su dueño Adolfo Estévez y de su hijo Luis (quien pasaría después a ser su copiloto), lo prepararon y dejaron andando rápido y bien, pero con el motor prácticamente standard. Con ese coche se inició en la ruta compitiendo en un Gran Premio Dos Provincias del año 1963. Recuerda con nostalgia y orgullo: “llegué primero en mi categoría (carrozados) y entre los cinco primeros en la Clasificación General, que incluía a los poderosos autos de Turismo Carretera. El ganador fue Raúl Papín Jaras.”
“Posteriormente, me asesoré con el corredor Mario Queirolo y le compré el auto al campeón Nemesio Ravera; ese Ford histórico de Turismo Carretera preparado en argentina por Juan Carlos Navone. Probando y entrenando con ese veloz coupé en la ruta camino al norte, a la vuelta me encontré con un grupo de animales (vacas y caballos) en el cruce de Quilicura. Veníamos a gran velocidad y no pude esquivarlos, desgraciadamente murieron varios y tuve que pagarlos. Con el impacto el frontal del auto quedó en mal estado, pero trabajando mucho desabollamos y reparamos los daños justo a tiempo para el debut.”
Y así fue como debutó con ese histórico Ford TC en la máxima categoría de los Turismo Carretera en uno de los circuitos de Barrancas de 1964:
“Partí ultimo, a la cola, por no tener ranking ni historial en la categoría. Pero pasé autos como loco hasta que logré llegar a la punta. Fue increíble ganarles a los próceres del TC, pasé al gran “Bartolo” Ortiz (quien se retiró de las pistas al año siguiente), a Raúl Papín Jaras, a Germán Mayo, a Boris Garafulic, a Hugo Tagle y a Juan Gac, entre otros. Es uno de mis triunfos más recordados porque fue mi primera carrera de Turismo Carretera y donde logré ganarles a los pilotos más admirados, siendo yo un jovencito sin experiencia. Esa noche no dormí de emoción. Creo que tenía solo 23 años. Después gané otra vez más en Barrancas, de las 5 o 6 carreras que hubo allí en los años ‘64 y ‘65. Creo recordar que Germán Mayo fue el que más carreras ganó en ese circuito”.

“Después corrí en el mismo Ford TC el Gran Premio SOPESUR de 1965 donde volqué aparatosamente por un neumático que se reventó a la altura de Río Bueno, resultando mi copiloto Luis Estévez con una fractura de clavícula y abandonamos. Al año siguiente volví a correr la famosa SOPESUR y ahí me rehabilité: llegué finalmente 3° en ese Gran Premio, detrás de dos grandes pilotos consagrados, como eran Boris Garafulic y Alfredo Rebolar”.
Un más que meritorio resultado si se considera que ambos punteros corrían en modernos coches Ford Falcon, mientras que en esa competencia de 1966 Luis Gimeno lo hacía en la misma antigua cupecita Ford con la que había salido campeón Nemesio Ravera en el año 1959. Tal vez por eso mismo Lucho ya empezó a tener claro que debía subirse a un auto más moderno si quería pelear por el triunfo en los futuros Grandes Premios.
¿Cuándo llegaron los éxitos en la carretera y la primera victoria en un Gran Premio?
“El mayor éxito por supuesto fue mi triunfo en el Gran Premio El Mercurio de 1969, la carrera más larga corrida en Chile, desde Arica hasta Puerto Montt, cuya importancia fue tal que ¡salí en la primera página del diario durante más de una semana! Pero no fue fácil. Corrí esa vez en mi estilizado auto que fue apodado “El Conejo”, equipado con un motor Ford 289 preparado por Remo Ridolfi (quien lamentablemente falleció hace poco). Durante la competencia, tuve que auxiliar a Pedro Santesteban, mi amigo que había volcado aparatosamente en su Mustang en la primera etapa. Por suerte no tuvo lesiones graves. Mi copiloto Juan Manuel Silva se quedó auxiliándolos y seguí solo hasta la meta en Antofagasta. Hubo quienes dijeron que eso no se podía hacer y querían descalificarme. Sin embargo, primó la cordura entre los Comisarios Deportivos y desestimaron la reclamación; consideraron que yo había actuado muy bien al parar a ayudar a las víctimas de un accidente muy serio. También días después, ya corriendo en la zona sur, auxilié a Luis Alvarado, el famoso piloto peruano, que estaba botado en pana con su Ford Mustang. Y a pesar de todas esas demoras por ayudar a otros pilotos en apuros logré ganar ese larguísimo y duro Gran Premio. Fue una tremenda satisfacción”.
Claro está que su caballerosidad y espíritu deportivo no pasaron desapercibidos, puesto que en 1970 el Círculo de Periodistas Deportivos de Chile eligió merecidamente a Luis Gimeno como el mejor deportista del automovilismo.
¿A quiénes consideras como tus mentores en el automovilismo?
“A los experimentados corredores Bartolomé Ortiz, Nemesio Ravera y Mario Queirolo.”
¿Participaste en competencias internacionales fuera de Chile?
“Mi amigo Juan Armando Band me invitó a correr las Seis Horas Peruanas en su Mini Cooper S, en Lima. Partimos por tierra en el auto desde Santiago, lo que era un hándicap en contra ya que llegamos agotados a Lima. Band debía correr las primeras tres horas, pero lamentablemente paró en pits como a las dos horas y media de carrera por fallas mecánicas: el motor se había fundido, de modo que desgraciadamente nunca llegué a manejar el famoso Mini Cooper S.”
“En 1973 con la Liebre Chevrolet corrimos en Lima un Gran Premio en el famoso circuito Atocongo (con un ejecutivo de Importadora Wal de copiloto). Anduvimos muy bien y logramos llegar al primer grupo después de haber partido últimos; pasé a los ases extranjeros incluidos los campeones peruanos y sus potentes máquinas (incluso una preparada por el astro norteamericano Jim Rathman). Pero tuvimos problemas de temperatura del motor. Tuve que parar a ver qué pasaba y echar agua. Ahí además me cambiaron la tapa del radiador, pero por error del mecánico puso una que no correspondía. Regresé a la pista a toda velocidad, pero lamentablemente el problema se agravó y al rato tuve que parar con el motor hirviendo cuando iba punteando la carrera. Tuvimos que abandonar y fue una gran desilusión.”
“También corrí algunas competencias en Argentina. En un Circuito de la Vendimia en la ciudad Mendoza llegue tercero (no recuerdo el año) y corrí también en la Vuelta de General Pico, carrera de las Tres Provincias”.
¿En tu exitosa trayectoria en Turismo Carretera cuáles fueron tus diferentes autos?
“El Ford coupé ex Nemesio Ravera, con el que me inicié, se lo vendí después a un señor en el sur de apellido Gouet. Tuve luego otro Turismo Carretera que le compré a Mario Queirolo (auto que había sido de Papín Jaras) el que fue conocido como “El Conejo” y cuya carrocería modernizamos donde Armando “Coco” Martínez. Con ese auto, equipado con un motor Ford V8 289, preparado por Ridolfi, gané el Gran Premio El Mercurio de Arica a Puerto Montt en el año ‘69”.
Ahí nació el famoso nombre “Hudson Infuso” que desconcertaba a la prensa, porque Gimeno le pidió el auspicio a la Ford y no se lo dieron. Decidió entonces no hacerles publicidad gratis, por lo que cuando le preguntaban por la marca del “Conejo” decía que su coche era un Hudson con motor Infuso (nombre de un caballo de carreras de un amigo). Obviamente después de ganar el Gran Premio no tardaron en aparecer ejecutivos de Ford que le ofrecían todo tipo de ayuda económica. Sin embargo, nunca llegaría a materializarse y, al año siguiente, Lucho decidió cambiarse a Chevrolet en vista que los concesionarios de General Motors le ofrecieron integrar un nuevo equipo con tres pilotos de punta. Pero antes de cambiarse de marca, se dedicó a mejorar aún más la aerodinámica del veloz “Conejo”, modificándole trompa y capot, con lo que consiguió derrotar a las Liebres argentinas y al Falcon de Boris Garafulic en el autódromo de Las Vizcachas.
“Después vino la Liebre 3 que le compré en Buenos Aires al famoso corredor Jorge Cupeiro. La Liebre fue bautizada como “Rascucho” que era el nombre de un caballo de carrera fina sangre de un amigo mío. El auto venía de Argentina sin motor. Cuando los Concesionarios General Motors crearon el Equipo Chevrolet (con Eduardo Kovacs, Alfredo Rebolar y yo) ellos nos proporcionaron las plantas motrices, que eran motores V8 del Chevrolet Camaro Z 28. La Importadora Wal hacía todo y ponía todo en lo que a mi auto se refería. Yo no hacía más que llegar al autódromo. Esa Liebre fue una sola, pero cambió de colores: primero tenía los colores de la escudería General Motors (celeste, rojo y blanco) y años después la pintamos negro con dorado imitando los colores del auto Campeón de Formula 1 de Emerson Fittipadi (John Player Special), a quien yo admiraba. En el año 80 dejé el Turismo Carretera y más tarde le vendí la Liebre a un señor Ernesto Pérez; pero antes de venderla se lo arrendé a otros exitosos pilotos como Rodrigo Gana, Renato Bertero y Carlos Capurro. A ellos les preparaba la Liebre René Maisán y lograron numerosos triunfos”.
¿Cuáles fueron los clubes deportivos que representaste?
“La Universidad Católica era mi club de siempre, pero el año 1974 mi padre (que era dirigente del club Unión Española) y su gran amigo y presidente de ese club, don Alfredo Vega, me pidieron que formara la Rama de Automovilismo de la Unión Española lo que acepté. Corrí entonces en ese año por el club hispano. Posteriormente, ya fallecido don Alfredo, me sentí con la libertad para volver a mi club de origen, la Católica, club que seguí representando hasta el final de mi carrera. Ahí además era donde estaban mis amigos de siempre y con los que nos seguimos reuniendo hasta hoy todas las semanas. Con estos ex corredores y amigos de la rama de automovilismo de la Universidad Católica tenemos nuestro grupo y nos autodenominamos “los tuercas de oro”.
¿Recuerdas alguna anécdota especial de los largos Grandes Premios por carreteras?
“En 1968, en la Santiago a Arica, casi al final durante la neutralización con almuerzo en Iquique, un amigo chistoso me empujó a la piscina del hotel donde almorzábamos con el tiempo muy justo. ¡Así es que no me quedó otra que partir la última etapa empapado de pies a cabeza rumbo a la meta en Arica!”.
¿En qué carreras de larga distancia recuerdas haberte arriesgado más a altas velocidades?
“En la carrera de Santiago a Villarrica y regreso a Santiago de 1971, anduve muy fuerte, pero a la ida tuve la mala suerte de no ver un salto a la entrada de un puente, a raíz de lo cual rompí el cárter al aterrizar y hasta ahí no más llegué en mi duelo con la Liebre de Eduardo Kovacs. Sin embargo, una vez reparado el cárter, reenganché para la vuelta desde Villarrica. Así es que en el regreso gané la etapa con un tiempo y velocidades increíbles. Recuerdo que de Rancagua a Nos fueron apenas 14 minutos y fracción. Kovacs cuidó su auto a la vuelta y no me dio pelea porque él sabía que ganaba el Gran Premio sin problemas llegando a la meta detrás mío”.
Cabe señalar que, como auto reenganchado que había desertado en la primera etapa, Lucho Gimeno partió último de Villarrica, con 90 autos delante de él. Para dimensionar su extraordinaria performance basta hacer presente que al pasar por Temuco ya había adelantado a más de 70 coches. Y en la meta de la subetapa que culminaba en Chillán, Gimeno apareció sorpresivamente en segundo lugar detrás de la Liebre de Eduardo Kovacs, superando incluso a los escoltas del puntero, Mario Queirolo y Fernando Paredes. De allí en adelante, luego de sobrepasar a Eduardo Kovacs, nada ni nadie lo detendría en su impresionante arremetida hasta llegar primero a la meta final en Nos, sacándole más de cinco minutos de ventaja al que sería el ganador del Gran Premio. El tiempo récord de Luis Gimeno desde Villarrica a Santiago fue de apenas 3 horas 30 minutos y 5 segundos, inferior en 23 segundos al tiempo de Eduardo Kovacs en la primera etapa de Santiago a Villarrica. A medida que se acercaba la capital sus tiempos causaban admiración, como ese menos de cuarto de hora entre Rancagua y la meta; pero Gimeno logró incluso superar los 230 KPH de promedio en algunos tramos largos y difíciles, como entre Chillán y Talca, por ejemplo, una velocidad realmente alucinante.

“Recuerdo además la carrera SOPESUR de 1974, que gané y fue otro de mis grandes éxitos; además de tener la importancia histórica que fue el último Gran Premio por carreteras que se corrió en nuestro país”.
La gran velocidad de la Liebre Chevrolet de Lucho Gimeno en esa última competencia caminera le obligó a cambiar neumáticos en varias ocasiones, ya que no resistían el tren de carrera, pues en algunos tramos rectos se le llegó a cronometrar más de 255 KPH. Y su promedio total de velocidad para los 1.525 kilómetros del largo Gran Premio de Santiago a Temuco, Valdivia, Puerto Montt, Valdivia y meta en Concepción fue de 202,782 KPH. Podría haber sido más alto si hubiese tenidos rivales de peso que le hubieran dado batalla hasta el final, pero ellos se fueron quedando con problemas en la ruta. Las velocidades tan altas, con el consiguiente riesgo, y los lamentables accidentes mortales que se produjeron en esa última SOPESUR obligaron a las autoridades a terminar con las carreras de autos por caminos públicos entre ciudades. Se le bajó así definitivamente el telón a una época inolvidable del automovilismo deportivo chileno.
Como bien recuerda Gimeno: “Después de ese último Gran Premio, quedamos limitados a los circuitos. Gané innumerables veces lindas y disputadas carreras en Las Vizcachas con la misma Liebre Chevrolet. También gané varias veces en otros circuitos, como el autódromo de Peñuelas, el circuito de Arica y uno en Concepción”. Luis olvida mencionar que al ganar ese último Gran Premio SOPESUR logró además coronarse nuevamente Campeón de Chile de Turismo Carretera en 1974.
¿Qué nos puedes contar de tus varios preparadores?
“Mis preparadores fueron: Orlando Medina, Pedro Campos, Adolfo y su hijo Luis Estévez, Gilberto Pérez, Remo Ridolfi (quien preparó El Conejo para la carrera de Arica a Puerto Montt) y René Maisán. Después vino la época de mi Liebre III, pero aclaro que las tres Liebres Chevrolet eran preparadas por la Comisión de Concesionarios General Motors: la de Eduardo Kovacs por Davis Autos, la de Alfredo Rebolar en Salinas y Fabres –SALFA- y a mí me tocó la Importadora Wal donde me la preparaba don Pepe Izurieta. Don Juan Manuel Silva (con la ayuda de un mecánico argentino, Juan José San Pedro) tuvo que hacerle un gran arreglo a ese auto, ya que le cambiamos de lado el volante porque originalmente estaba a la derecha y nunca logré acostumbrarme a manejar haciendo los cambios con la mano izquierda.”
¿Y quiénes fueron tus distintos copilotos?
“Al comienzo Lucho Estévez, después Juan Manuel Silva y finalmente Augusto Bravo, ingeniero de General Motors (Importadora Wal). Con todos ellos trabé gran amistad. No puedo dejar de recordarlos y hacerles un reconocimiento, ya que gané con toda esta gente nada menos que cinco campeonatos nacionales de Turismo Carretera, desde el año 1972 en adelante.”

¿Quiénes consideras fueron tus rivales más duros?
“Boris Garafulic, Papín Jaras, Alfredo Rebolar y Germán Mayo en el Circuito de Barrancas. Después llegaría Eduardo Kovacs, con el que junto con Boris tuvimos los mejores duelos en Vizcachas. El rival que más admiré fue Garafulic; era tan bueno el Maestro y tan luchador que me daba gusto hasta llegar segundo detrás suyo. Con cualquier otro rival no me habría conformado con llegar en el segundo lugar, pero Boris Garafulic era muy especial y sin duda excepcional como piloto”.

Con esta muestra de su modestia concluye la entrevista al gran piloto Luis Gimeno Iglesias; este múltiple campeón de Chile de la máxima categoría de nuestro automovilismo de velocidad, quien marcó con su destreza conductiva, su espíritu deportivo y sus numerosos triunfos y récords, una época gloriosa, histórica e inolvidable para los aficionados tuercas y sus miles de admiradores, la que abarca desde mediados de los años sesenta hasta su retiro definitivo en 1980.